
Sin embargo, pensó, que lo que alejaba a esos buenos hombres del buen camino también podía ser lo que les trajera de nuevo a la luz. Así que, quizá pensando que en muchas abadías se elabora cerveza, decidió dar el pan líquido a las ovejas descarriadas. Eso sí, gratis y acompañadas de tocinetas y chocolaticos (el milagro de las birras y las tapas, que diría aquel).
De esta manera, durante la misa se entrega las botellas de cerveza a los niños para que estos, tras las oraciones pertinentes, se las den a sus papás. Así, en un gesto que aúna inocencia y amor familiar, se entrega el dorado y líquido símbolo de la comunión del hombre con el Altísimo.
Una grandísima obra, una encomiable labor, un generoso gesto del que todos los cristianos deberían aprender. Porque una cerveza en un domingo de calor sienta “divinamente”… y lo demás son tonterías.
Podéis beber en paz.
(http://www.nopuedocreer.com/)
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